El cerro El Centinela, esta situado dentro de la delegación Progreso, en la parte noroeste del municipio de Mexicali, Baja California, México al oeste de la ciudad de Mexicali, a una distancia de alrededor de 20 km por la carretera federal número 2 (Mexicali-Tjuana); también conocido como “Weeishpa” por la comunidad nativa Kumiai o como “Mount Signal” por los estadounidenses; la falda norte del cerro, inicia en el límite internacional entre México y Estados Unidos; la falda sur es bordeada por la antes citada carretera. Es una elevación de 750 metros aproximadamente; la más norteña de un sistema orográfico conocido como sierra Cucapá, que corre de norte a sur paralelamente al sistema central bajacaliforniano, denominado en esta latitud comosierra de Juárez y está separado de esta última por una depresión arenosa llamada “Laguna Salada”.
El cerro El Centinela fue usado tanto por nativos como por los pioneros exploradores de la región, para guiarse a través del desierto. Su imagen constituye un símbolo, a grado tal que se encuentra en el escudo del municipio de Mexicali, México y en el escudo del condado de Imperial, Estados Unidos.
La canción “Puro Cachanilla”, hace mención de este cerro en una de sus estrofas y de manera análoga se encuentra plasmado en diversos cuentos, leyendas, trabajos artesanales y artísticos regionales.
la leyenda del cerro del centinela
LEYENDALa leyenda cuenta una historia plagada de romanticismo, en los primeros tiempos del Fuerte que dio origen a la ciudad. Según ésta, los soldados que se aventuraban a alejarse de la fortaleza habían traído la noticia que una extraña jovencita, de piel blanca y hermoso porte, desaparecía con habilidad cuando se apercibía de ser observada. Su nombre era Amaiké y se decía que era hija de un hombre, ciertamente curioso en su aspecto, que a su vez había nacido de la unión de un gran cacique y su cautiva extranjera.
Los aborígenes respetaban a Amaiké como algo sagrado y los pobladores de los valles -susceptibles a la superstición- encontraban algo divino en aquella criatura misteriosa que pocas veces se alejaba de su choza, oculta entre rocas y el follaje.
Desde lo alto de una colina rocosa, un joven indio, gigante y fuerte solía contemplar inmóvil, horas enteras, hasta que el sol se perdía en el horizonte, a la espera de esa maravillosa aparición de la muchacha.
Al principio la miraba como a una diosa, encandilado y cauto a la distancia. Pero más adelante saltaba a su encuentro ganando de a poco, con su destreza y arrogancia, la confianza de Amaiké. El amor los iba atando firmemente y en sus lazos se entragaban con la ilusión de sus vidas en flor.
Sin embargo, en la población del fuerte, la leyenda de la joven hizo que dos soldados fueran en su busca para congirmar a los parroquianos de un bodegón que eran capaces de capturarla. Y así lo hicieron. A pesar de defenderse con coraje y decisión Amaiké fue apresada y llevada rumbo al fuerte por sus rústicos captores.
Amante de la libertad, en un último intento, Amaiké aprovechó un descuido e intentó una desesperada fuga, aún a costa de las ligaduras que mantenían sus manos atadas.
En la impenetrable oscuridad de la noche, un chapalear del agua del profundo foso del fuerte hizo suponer que había caído a él, muriendo en su intento por huir.
Su recuerdo no tardó en apagarse y su existencia fue atribuida sólo a la leyenda. Pero, en lo alto de la colina, por los días y los días, el atlético indio que aguardaba siguió firme en su mirador, con la esperanza ya vana, de volverla a ver. Su figura se hizo habitual para quienes dirigían la mirada hacia la colina. Su obstinada quietud, lo hacía semejar a una roca, desafiante a los vientos, las lluvias y los intrusos.
No se sabe en qué momento, a raíz de qué milagro de su quietud eterna, llegó a convertirse en una verdadera piedra. Y hoy, desde lo alto de la sierra, como un misterioso vigía de la comarca, se yerge firme, arrogante y siempre con ese extraño desafío, la enorme mole denominada justamente "El Centinela